La maternidad te cambia la vida, todas lo sabemos, pero también te cambia tus sueños y eso puede ser maravilloso.
Cuando llegué a Estados Unidos desde Venezuela, soñaba con trabajar en grandes empresas haciendo lo que sé hacer, trabajando en marketing digital. Siempre soñé con trabajar en Google o en Facebook, y cuando me mudé a Chicago tenía eso entre ceja y ceja. Sin embargo, mi síndrome del impostor y esa vocecita maliciosa que tenemos todas las mujeres, me decía: “No hay forma de que eso pase” y yo me lo creí.
Así que pensé que por el tema del idioma y mis propias inseguridades, sería mejor si trabajaba en una agencia de marketing más pequeña en la que tuviera oportunidad de crecer. Y adivina qué, lo conseguí.
Cuando llegué a mi actual empleo dije “Listo, lo logré”, aquí aseguraré mi futuro y me quedaré aquí atrincherada, creciendo y aprendiendo. Ese lugar fue mi refugio y mi boost de confianza.
Pero cuando tenía 9 meses de haber empezado a trabajar, llegó la pandemia y Pum! Me quedé sin trabajo. Fue muy doloroso y esos miedos e inseguridades surgieron nuevamente, sin embargo, algo cambió en mí.
Estuve 6 meses, sin trabajo y con mucho tiempo libre y pensaba que si dejaba de trabajar o me iba a quedar atrás y se me olvidaría todo lo que sabía, así que hice un ejercicio y comencé a practicar con mi propia marca todo lo que sabía: Crear contenidos, un podcast, crear mi sitio web desde cero, etc.
¿El resultado? Comencé a construir una comunidad en redes sociales y comencé a conseguir clientes por mis videos en YouTube y los contenidos que compartía. Me sentía muy feliz y plena, pero luego lo abandoné todo porque me tocó volver a trabajar en la oficina y la verdad sentía que no podía con todo. Y ser emprendedora a tiempo completo, me asustó.
Pero esa probadita de independencia, emprendiendo, prendió en mí una llamita que no me dejaba dormir, todos los días pensaba “Tengo que empezar otra vez” pero no lo conseguía. no tenía tiempo, y a veces no me creía capaz.
Hasta que un día llegó la maternidad y con ella, todos los retos, los miedos y las ilusiones. Tener a mi bebé me hizo querer ser mejor mujer. Generó en mí un sentimiento irrefrenable de que puedo con todo y que puedo lograr todo lo que me proponga y ahora, esa ilusión de trabajar en una oficina, de ser una gran ejecutiva de 8 a 5, ya no la veo tan mía.
Así que ahora, sigo sin tener más de 24 horas al día y los días de la semana son 7, como siempre, pero mis ganas de ser emprendedora y exitosa hacen que aun en los días difíciles yo pueda con todo y si no puedo, lo acepto y continúo, pero ya no renuncio.
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